miércoles, 6 de febrero de 2013

ASTROHUNGARO

El Imperio austrohúngaro o Monarquía austrohúngara (en alemán: Österreichisch-Ungarische Monarchie; en húngaro: Osztrák-Magyar Monarchia) fue un estado europeo nacido en 1867, tras el Compromiso Austrohúngaro que reconocía al Reino de Hungría como una entidad autónoma dentro del Imperio austríaco, a partir de ese momento denominado Imperio austrohúngaro. En 1914 tenía una extensión de 675.936 km² y contaba con 52.799.000 habitantes y era considerada como una de las grandes potencias en el marco internacional. Lo que era el Imperio austrohúngaro se reparte actualmente en trece estados europeos: Austria, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Eslovenia, Croacia, Bosnia y Herzegovina y las regiones de Voivodina y el Banato Occidental en Serbia, Bocas de Kotor en Montenegro, Trentino-Alto Adigio y Trieste en Italia, Transilvania, el Banato Oriental y Bucovina en Rumanía, la parte occidental de Galitzia y Silesia en Polonia y la parte oriental de Galitzia y la Rutenia Transcarpática en Ucrania.El jefe del estado era el Emperador, de la familia de los Habsburgo, que era a su vez jefe de los dos estados, como Emperador de Austria y Rey de Hungría; esto motivaba que en territorios de la corona de Austria el gobierno fuese denominado como "real imperial" (abreviado como "K.K." del alemán Kaiserliche Königliche) en señal de la identificación del monarca austriaco como rey y emperador en simultáneo. En Hungría esta denominación no fue fácilmente aceptada, requiriendo el gobierno de Budapest que el monarca fuera designado separadamente como "emperador" y "rey" atendiendo a que Hungría tenía oficialmente el rango de reino; por ello la administración utilizaba el término "K.u.K." (del alemán Kaiserliche und Königliche, "imperial y real") para designar los asuntos de todo el imperio. En los 51 años que duró la monarquía dual tuvo dos soberanos. * Francisco José I de Habsburgo-Lorena (desde 1867 a 1916). * Carlos I de Habsburgo-Lorena (desde 1916 a 1918). La esposa del Emperador recibía el título de Emperatriz y ostentaba la representación del estado del mismo modo que una Reina o Primera Dama. Las dos emperatrices que tuvo Austria-Hungría fueron: * Isabel de Wittelsbach, más conocida como Sissi (desde 1867 a 1898). * Zita de Borbón-Parma (desde 1916 a 1918). El heredero al trono era el Archiduque de Austria. Los herederos fueron: * Rodolfo de Habsburgo (desde 1867 hasta 1889). * Francisco Fernando de Habsburgo (desde 1896 hasta 1914). * Carlos I (desde 1914 hasta 1916) * Otto (desde 1916 hasta 1918). Fin del imperio Austria y Hungría mantenían dos parlamentos separados, con sede en Viena y Budapest respectivamente, cada uno con su propio primer ministro.[1] De la coordinación entre estos dos gobiernos se encargaba el Gobierno del Emperador, dotado en teoría de un poder absoluto, pero limitado en la práctica. En ambos territorios algunas regiones, como Galitzia-Lodomeria, en Austria, o Croacia-Eslavonia, en Hungría, tenían un régimen autónomo de autogobierno. Había un Consejo de Ministros Común, formado por los dos primeros ministros, el ministro imperial de Asuntos Exteriores, el Jefe del Estado Mayor Imperial, el ministro de Finanzas, algunos archiduques y el emperador, que se encargaba del gobierno de las responsabilidades comunes (finanzas, defensa y política exterior). A su vez, dos delegaciones representantes de cada uno de los dos parlamentos se reunían por separado y votaban las propuestas del Consejo de Ministros Común.[2] En cualquier caso, el emperador tenía la decisión final en temas de defensa y relaciones exteriores. La invasión de competencias entre los ministerios conjuntos y los gobiernos de cada uno de los dos estados causó fricciones y desgobierno, especialmente entre las fuerzas armadas. Aunque el Consejo de Ministros Común se encargaba de todas las cuestiones militares, el gobierno austríaco y el húngaro se encargaban separadamente de los temas de reclutamiento, legislación del servicio militar, transporte de tropas y de la regulación de las cuestiones civiles de los militares. Por tanto, cada uno de los gobiernos tenía mucha influencia en cuestiones militares y cada uno podía desbaratar operaciones militares si lo juzgaba conveniente a sus intereses. A menudo se dieron conflictos sobre aranceles exteriores y sobre la contribución de cada uno de los estados a la hacienda común (en la que Austria asumía el 70% del presupuesto[3] ). Según los acuerdos del Compromiso de 1867, cada diez años se tenían que renegociar estos temas,[3] y cada renovación comportaba nuevos problemas políticos. En 1905 las relaciones se torcieron con la disputa sobre qué lengua se debía utilizar en el ejército húngaro y por la llegada al poder en Budapest, en 1906, de un gobierno de coalición nacionalista húngaro. No obstante, los acuerdos se renovaron en octubre de 1907 y en noviembre de 1917. Respecto a la participación de la población en el gobierno del imperio, Austria propició un régimen parlamentario a partir de las reformas de 1860, 1862 y 1867, que reconocieron las libertades religiosa, de pensamiento y de asociación. Se creó un parlamento bicameral o Reichsrat (cámara de diputados y cámara alta). Entre 1861 y 1897 se mantuvo el sufragio censitario e indirecto a través de cuatro curias de las que eran excluidos los trabajadores. En 1897 el canciller imperial, conde Badeni, creó una 5ª curia para representar a los trabajadores, pero hubo que esperar a 1907 para que se concediera el sufragio universal y directo a los austriacos, lo que redundó en los grandes partidos de masas (socialcristianos, socialdemócratas y pangermanistas). En Hungría, por el contrario, se mantuvo una rígida y centralista política de magiarización de las minorías (eslovacos, ucranianos, serbios, y rumanos) que quedaban sujetas a la autoridad del gobierno de Budapest (exceptuando de estas políticas a las minorías de croatas y germanos, protegidos expresamente por el Compromiso de 1867). La extensa nobleza húngara consiguió retener en sus manos los poderes ejecutivo y el legislativo gracias a un sufragio censitario muy restrictivo y a un fuerte autoritarismo que mantuvo sumisa a la mayoritaria población rural húngara, mientras restringía la participación política de las minorías a unos cuantos aristócratas rumanos y eslovacos, mientras ucranianos y serbios sólo tenían asegurado su poder político a nivel municipal y local. El poder de la nobleza húngara se basaba en el control de la tierra que, hasta la revolución de 1848, les pertenecía por completo.[4] El Compromiso de 1867 permitió que el territorio mayormente polaco de Galitzia-Lodomeria alcanzara una amplia autonomía administrativa y cultural. A cambio de su lealtad a los Habsburgo, el control de los asuntos internos fue gradualmente transferido a la nobleza e intelectualidad polacas mediante un limitado sufragio censitario provincial, que beneficiaba a los polacos frente a los ucranianos que residían mayormente en atrasadas áreas rurales vecinas a Rusia. La nobleza polaca participó activa y lealmente en la administración imperial. De hecho Galitzia se convirtió en el «Piamonte» del irredentismo polaco frente al autoritarismo del Imperio alemán y del Imperio ruso en sus zonas de ocupación, naciendo la idea de la reconstrucción del Reino de Polonia bajo la corona de los Habsburgo (idea que se intentará llevar a la realidad durante la Gran Guerra en el proyecto fallido de la Regencia de Polonia). Los croatas consiguieron también autonomía dentro del Reino de Hungría en 1868. Los croatas, mayoritariamente católicos y leales a la dinastía Habsburgo, quedaron frustrados por el Compromiso austrohúngaro, que los colocaba bajo la autoridad del gobierno húngaro, y mantuvieron una lucha constante por la defensa de sus derechos y libertades frente a los gobiernos centralistas de Budapest.En el Imperio austrohúngaro existía una red de ciudades similar a las de otros estados de la época, condicionada por la densidad de población, la industrialización y los condicionantes históricos. Así, las principales ciudades eran las capitales de las regiones que conformaban el Imperio, tradicionales centros del poder político. El desarrollo industrial sirvió, al igual que en el resto de Europa, para que la población tendiese a concentrarse en los núcleos urbanos, que experimentaron un crecimiento sin parangón durante la segunda mitad del siglo XIX. En 1914 el imperio contaba con una extensa red de unas 30 ciudades de más de 50.000 habitantes, además de tres grandes metrópolis en el ámbito económico y cultural europeo. A la cabeza de todas las urbes estaba la capital, Viena, que pasó de los 900.998 habitantes de 1869, dos años después de la creación del estado dual, a 2.083.630 en 1910, siendo en vísperas de la Primera Guerra Mundial, la tercera ciudad más grande de Europa, tras Londres y París y cuarta de la Tierra tras estas y Nueva York. Viena era, además de capital del Imperio austrohúngaro, de la zona austríaca de éste. Además, era la mayor metrópoli germana mundial. El crecimiento de Viena, que alcanzó en 1916 su máxima población histórica con 2.239.000 habitantes, se debió a una suma de factores que la convirtieron en un centro político, económico, industrial y cultural de primer orden europeo y mundial, y por tanto el mayor polo de atracción demográfica de toda Austria-Hungría. La segunda ciudad del Imperio era Budapest, que contaba con 880.371 habitantes en 1910 y un área metropolitana de 935.000, superando el millón en 1914. Era la capital y centro económico y cultural del Reino de Hungría, el otro de los estados de la monarquía dual, y estaba poblada mayoritariamente por magiares con importantes minorías judía y germana. Budapest era el resultado de la unión de los núcleos de Buda y Pest a finales del siglo XIX. En importancia demográfica les seguía Praga, capital del Reino de Bohemia, en Austria, que contaba con 224.000 habitantes (550.000 en el área metropolitana), poblada mayoritariamente por checos y con minorías de judíos y germanos, y que experimentó un gran crecimiento debido a la industrialización. Tras ella, Leópolis (llamada Lemberg), con 361.000 habitantes de origen polaco, ucraniano y germano, capital de Galitzia; Trieste, con 229.510 italianos y eslovenos; Cracovia (llamada Kraków o Krakau), la antigua capital polaca, con 183.000 habitantes, centro del irredentismo polaco; las ciudades de población germana Graz y Brno (llamada Brünn) superaban los 100.000 habitantes. La red de ciudades estaba jerarquizada demográficamente y cerca de los 100.000 habitantes estaban las ciudades húngaras de Subotica, llamada Szabadka en húngaro y Maria-Theresiopel en alemán, Szeged y Debrecen. Tras ellas Czernowitz, ciudad multiétnica mayormente judía, capital de Bukovina, con cerca de 90.000 habitantes. Con más de 75.000 habitantes y unos 100.000 con los suburbios, Zagreb (llamada Agram) actual capital croata y Bratislava (llamada Pressburg), de población germana, eslovaca y húngara. Con más de 50.000 habitantes encontramos otras poblaciones como Cluj (llamada Klausenburg), Kecskemét, Arad, Timisoara (llamada Temesvar), Fiume, Pilsen, Olomouc (llamada Olmutz), Linz, Innsbruck, Liubliana (llamada Laibach) o Sarajevo. Las ciudades austrohúngaras contaban todas ellas con fuertes minorías judías (entre el 10-35% de la población según las ciudades), siendo pieza fundamental en el mantenimiento de la vida económica y cultural del imperio al constituir en gran parte las clases medias urbanas.

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